La
solicitud de un préstamo personal al banco supone adquirir el compromiso de
devolver el dinero y pagar los intereses en un plazo específico de tiempo. La
cuestión es que, en ocasiones, comenzar a devolver dicho préstamo desde el
mismo momento en que lo recibimos puede resultar bastante asfixiante. Tal es el
caso, por ejemplo, de los préstamos para la realización de estudios, el
préstamo para la inversión de un proyecto profesional o incluso la hipoteca
para la compra de la vivienda.
Contar
con un plazo durante el cual no tengamos la carga económica de las cuotas
del préstamo puede suponer un gran alivio. Para eso, precisamente, está
concebida la carencia de un préstamo personal.
¿Qué es el periodo de carencia de un préstamo personal?
La
carencia o período de carencia de un préstamo personal no es otra cosa que un plazo de tiempo a lo largo del cual, el
prestatario –el cliente que recibe el dinero- queda exento de pagar las
cuotas correspondientes a la amortización.
Habitualmente,
el periodo de carencia tiene lugar al principio de la vida del préstamo; es
decir, justo cuando se entrega el dinero. Esto es debido a que se entiende que la persona beneficiaria del
préstamo necesita de un tiempo para recuperarse de la inversión inicial que
haya tenido que hacer, así como para obtener una rentabilidad de la misma.
Por
ejemplo, un estudiante puede tener dificultades para compaginar sus estudios
con un trabajo que le proporcione ingresos suficientes para pagar las cuotas
del préstamo. Un empresario o trabajador autónomo necesita de cierto plazo para
conseguir clientes y comenzar a generar ingresos, una persona que se compra una
vivienda puede tener que asumir otros gastos como la reforma o la compra de
muebles.
No
obstante, también hay contratos de financiación bancaria que prevén la
posibilidad de solicitar un periodo de carencia en un momento posterior.
Esto tiene como propósito dar la opción al cliente de afrontar algún tipo de
altibajo en su solvencia, ya sea porque sus ingresos hayan caído de forma
temporal o bien porque haya tenido algún tipo de gasto imprevisto.
Es
necesario indicar que este segundo tipo de periodo de carencia está concebido
para circunstancias coyunturales, o lo que es lo mismo, un problema de liquidez
temporal. En caso de que la situación económica del prestatario se haya
deteriorado sin tener visos de corregirse en un plazo razonable de tiempo, lo
apropiado es proceder a renegociar las condiciones del préstamo personal, para
ajustar el plazo de devolución y el importe de la cuota a pagar mensualmente.
Duración del periodo de carencia
La
duración del periodo de carencia puede variar mucho entre un caso u otro. Fundamentalmente,
es el resultado del acuerdo de las partes, las cuales deberán valorar las
circunstancias y estimar de una forma apropiada el tiempo que el cliente puede
necesitar para comenzar a hacer frente a sus obligaciones de pago.
En
los ejemplos de que hemos dado anteriormente, no es extraño ver periodos de
carencia que duren un año o incluso más.
Tratándose
de circunstancias sobrevenidas por problemas temporales, el periodo de carencia
puede, sin embargo, ajustarse a un número reducido de mensualidades.
Carencia de amortización y carencia total
Además
de los casos señalados al comienzo, vale la pena distinguir entre los dos tipos
básicos de periodo de carencia.
l La carencia de amortización implica que el deudor sólo tiene que
pagar los intereses del préstamo personal durante el tiempo que dure dicha
carencia. Queda así excluido el importe correspondiente al capital recibido.
Esto hace que las cuotas iniciales sean considerablemente más reducidas que el
resto.
l La carencia total, como su propio nombre indica, se refiere a
aquel caso en el que del deudor no paga ningún importe durante el tiempo que
dure la carencia, ni en concepto de intereses, ni por la amortización del
capital recibido. Se trata de la opción más radical para aquellos casos que
presenten mayores dificultades.
Cuando solicitar un periodo de carencia a tu banco
La
idea de no tener que pagar o pagar menos durante un determinado plazo puede
resultar muy atractiva a priori. Sin embargo, tiene consecuencias directas
sobre el coste final del préstamo recibido.
Si
el deudor tiene o prevé tener una clara deficiencia de liquidez, lo más
apropiado es solicitar un periodo de carencia. Sin embargo, si se dispone de
los recursos suficientes, no tiene sentido postergar la amortización del
préstamo personal, ni el pago de sus intereses.
l Por un lado, la carencia de amortización supondrá que el dinero no
pagado en su momento se acumulará y repartirá en el resto de las cuotas
pendientes, por lo que la tranquilidad y comodidad inicial se transformará
en mayores apuros futuros.
l En el caso de la carencia total, esto supondrá el pago de más
intereses debido a que no hemos hecho otra cosa que alargar el periodo de
devolución total del préstamo y eso siempre implica una mayor acumulación de
intereses generados en el tiempo.
El
impago de los periodos de carencia que se conceden desde el principio pueden
ser comprobados con mucha facilidad, debido a que el cuadro de amortización
inicial entregado por el banco ya incluirá la carencia.
No
obstante cuando dicha carencia se solicita con posterioridad, es importante
pedir al banco que nos facilite un nuevo cuadro de amortización que refleje
el impacto sobre las futuras cuotas a pagar, así como el coste final del
préstamo. De lo contrario, podríamos llevarnos más de una sorpresa con el paso
del tiempo.
En
definitiva, el periodo de carencia es una herramienta financiera puesta al
servicio del cliente para asegurar que éste puede cumplir con sus obligaciones
de una manera holgada, incluso cuando experimente dificultades. Esto, sin embargo,
no debería convertirse en un lujo, por mucho que el gestor bancario lo sugiera.
No olvidemos que cuanto más nos demoramos en devolver un préstamo personal,
más dinero termina ganando la entidad bancaria, así que su consejo a este
respecto puede no resultar imparcial.
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